La
búsqueda por encontrar la fuente de la eterna juventud ha sido una obsesión que
renace con fuerza cada cierto periodo de tiempo en la historia de la humanidad,
esta se remonta a épocas tan lejanas como la cultura egipcia y las primeras
dinastías chinas, quienes mezclaban todo tipo de ingredientes con el fin de
preservar la apariencia juvenil; También en la antigua Mesopotamia cuna de la
alquimia, a través de esta disciplina filosófica que reunía elementos de la
medicina, la Mineralogía, la física, la astrología, el misticismo y el
espiritismo, se procuró encontrar la piedra filosofal, en la que se creía estaba
el secreto de juventud imperecedera. La historia también hace referencia que
Juan Ponce de León y Figueroa conquistador español de Puerto rico y descubridor
de Florida luego de convertirse en un prospero hacendado, invirtió gran parte
de sus recursos y vida para encontrar el maravilloso manantial que convertía a
los viejos en jóvenes, todos estos esfuerzos como los de sus antecesores con
resultados infructuosos.
Sin
embargo podemos decir que en el cristianismo actual hay quienes encontraron la
forma para nunca dejar su condición de niños espirituales, creyentes que en su puerilidad
son incapaces de caminar con Dios y por tanto son “llevados por doquiera de
todo viento de doctrina,…” (Efe 4:14 RV1960)
y así como en el campo fisiológico los niños son seres que alegran nuestras
vidas, pero lo que nadie espera es que ellos se comporten como bebes toda la
vida porque se convertirían en un gran problema no solo para sí mismos sino también
para los que les rodean, también de la misma manera nosotros nos alegramos cada
vez que alguien nace espiritualmente pero este gozo se hace completo cuando vemos
como va creciendo en la fe, puesto que el anhelo de Dios es que crezcamos cada
día en Él. “para que ya no seamos niños fluctuantes, …sino que siguiendo la
verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo. ”(Efe
4:14-15 RV1960)
El
cristiano inmaduro se conoce de acuerdo a la forma como vive, el centro de su
vida es el mismo, es incapaz de comer alimento espiritual solido que es el
llamado a una vida de santidad y sujeción plena a Dios, su vida social está
claramente marcado por los celos contiendas y disensiones como en la Iglesia de
Corinto (1 Cor. 3:1-3), un niño espiritual nunca acepta una exhortación, juzga
las cosas conforme a sus propios conceptos y no conforme al consejo de Dios, tiene
además la tendencia de enfocar su oración de acuerdo a sus necesidades y deseos
caprichosos, pero en la medida
que va creciendo, su enfoque debe cambiar hacia las necesidades de otros, y a medida que madura aún más, Dios mismo llega a ser su enfoque
principal. ¿A
quién tengo en el cielo sino a Ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. (Salmo 73:25 RV1960)
La Madurez Espiritual no depende de cuánto
conocimiento intelectual de la biblia se posea, sino más bien de cuán dispuesto
se está para permitir que el Espíritu Santo por medio de su palabra transforme
nuestro entendimiento acerca de quién es Dios y cuál es su propósito. Se puede
decir que el nivel de madurez espiritual de un creyente es “el grado en que su
perspectiva de la vida se conforma al punto de vista de Dios,” dicho de otra
forma cuando podemos someter nuestro pensamientos y planes personales a la
buena voluntad de Dios de tal forma que la consideramos, agradable y perfecta,
para así mostrar el resultado que produce cada vez más el fruto del Espíritu
Santo. “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como
es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de
vosotros abunda para con los demás;” (2Ts 1:3 RV1960)
Si bien es
cierto el proceso de crecimiento del cristiano dura toda la vida, se llega a
una adultez espiritual luego de trasegar un camino que en algunos casos llega a
ser doloroso. (2 Corintios. 4:17), pero a su vez siempre como resultado de una
vida inmersa en el estudio de la palabra de Dios. (Hebreos 5:11-14)
El que tiene oídos para oír, oiga.
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