Probablemente para la mayoría de las
personas el nombre Louis Washkansky no tenga ningún significado, mucho menos
podrían relacionarlo con uno de los hechos científicos más relevantes de mediados
del siglo pasado, este hombre de origen Lituano quien inmigro hacia Sudáfrica
en 1922 siendo un niño de 11 años, en su juventud se destacó como un gran
deportista especialmente en la práctica del futbol, la natación y la
halterofilia; Además participó activamente en la segunda guerra mundial
luchando en Italia, en el Norte y
oriente de África, a sus 50 años su salud empezó a verse afectada, padeciendo
de diabetes y una enfermedad coronaria incurable que le llevó a sufrir tres
infartos de miocardio y por consiguiente de una insuficiencia cardíaca que le
auguraba pocas expectativas de vida, estas
circunstancias lo convirtieron en el candidato perfecto requerido por el doctor
Christiaan Barnard, un joven médico cirujano con un doctorado en cardiología, quien
vio en el caso de Washkansky la oportunidad propicia para realizar (después de innumerables
prácticas experimentales con perros) lo que sería el primer trasplante de
corazón efectuado en un ser humano.
Esta operación
una vez se consiguió el donante y se realizaron los exámenes de rigor tuvo
lugar el 3 de Diciembre de 1967, la cual
fue presidida por el propio Dr. Barnard y asistida por 20 cirujanos con una
duración de 9 horas, y a pesar que Louis Washkansky murió 18 días después a
causa de una neumonía, esta intervención no solo fue considerada un total éxito
sino el inicio de una nueva etapa en la ciencia médica llena de esperanza para
aquellas personas cuya única opción de vida es poseer un nuevo corazón.
En cuanto a la vida espiritual todo ser humano nace
con un corazón muerto y por ende privado de sensibilidad para Dios, condición
que solo puede ser superada con el trasplante de uno nuevo, Pablo dice que sin
esta intervención el hombre está imposibilitado para percibir las cosas
espirituales, porque para él son locura y no las puede entender. 1 Cor. 2:14, en
tal situación la Biblia también afirma en Jeremías 17 que el pecado esta
esculpido en la tabla de nuestro corazón con cincel de hierro y con punta de diamante,
por lo cual este es engañoso y perverso, de tal dimensión es este problema que
anula cualquier capacidad humana de justicia, es decir está inclinación al mal supera
la suficiencia moral del hombre “Por
cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se
sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;” Romanos 8:7.
En tal sentido todo intento de moralizar una
sociedad por medio de leyes so pena de castigos o por otro lado erradicar la
impureza y el pecado dentro de la iglesia por medio métodos inmersos en
sistemas humanistas tales como la sicoterapia y la neurolingüística, serán
esfuerzos infructuosos mientras el corazón del hombre siga siendo el mismo y es
en este contexto que Dios presenta una de las mas maravillosas promesas hechas
a su pueblo diciendo:“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro
de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un
corazón de carne,” Eze 11:19, Claramente
Dios ofrece arrancar el corazón muerto e insensible y poner uno vivo y perceptivo
a su Palabra, lo cual implica una nueva naturaleza con la capacidad para andar
en sus estatutos, ya no como resultado de nuestra idoneidad o el deseo humano
de implementar cambios a nuestra conducta, sino el poder transformador de Dios es
quien obra, colocando en sus hijos el querer como el hacer, por su buena
voluntad.
Una vez más vemos en las escrituras la importancia
una naturaleza cambiada, a esto llamó el
señor Jesucristo el nuevo nacimiento, ofrecimiento hecho desde los
tiempos de la dispersión del pueblo de Israel, este es el nuevo pacto advertido
en Ezequiel 36:27 y “pondré dentro de vosotros mi Espíritu y haré que andéis en
mis estatutos, y guardéis mis preceptos y los pongáis por obra” no como el
pacto primero hecho a los patriarcas sino uno en el que caben todos aquellos
que han sido engendrados por el Padre, en quienes el sobrescribe su ley en sus
mentes y en corazones, lo cual a su vez se convierte en evidencia del milagro
que ha ocurrido. En ellos se ha realizado una intervención superior a la
ocurrida en la vida de Louis Washkanky, porque esta no ha sido ejecutada por
hombre alguno sino por la mano del mismo Dios, estas vidas sin esperanzas han sido renacidas no de simiente corruptible, sino una incorruptible, por la palabra de
Dios que vive y permanece para siempre.
El que tiene oídos para oír,
oiga.
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