Vivimos
en una sociedad mediática en donde cada día se pone sobre el tapete un tema
distinto de debate y de cuando en cuando (dependiendo de las circunstancias) se
recicla alguno de ellos; un caso recurrente es la polémica que genera el matrimonio
homosexual y los derechos de adopción de estas parejas, en cada una de estos
episodios se oyen opiniones a favor y en contra, siendo cada vez mas fuerte
aquellas que consideran que legalizarlo es un adelanto social y una clara
evidencia de una sociedad incluyente y tolerante, a su vez son menos las voces de
quienes se oponen y mucho menos los que se interesan por la opinión que tiene
Dios al respecto, pero debido al incomodo hecho (para muchos) de que el
matrimonio viene Dios, tenemos la obligación de conocer su punto de vista.
Lo primero que tenemos que decir es
que no importa cuánto se desee ser compasivo con los homosexuales, es necesario
agradar a Dios para la exaltación de su justicia, por tanto debemos decir sin
titubeos que la palabra de Dios enseña que los homosexuales están en rebelión
desafiante contra la voluntad de su Creador. “… ¿no habéis leído que él los
hizo al principio, varón y hembra los hizo,…?". Mateo 19:4, y no solo ellos
sino cualquiera que intenta cambiar la descripción que Dios le da a la unión
conyugal y a la familia, “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre,
y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”(Gén 2:24)
Vivimos en tiempos en que los valores y normas morales están siendo
transformados bajo argumentos pragmáticos como “vive tu sexualidad como
quieras” o “tus derechos priman por encima de cualquier otro principio” y es
por eso que cada vez es más recurrente ver como los países ajustan sus
legislaciones para dicho propósito, siendo Holanda el primero que permitió el
matrimonio de parejas del mismo sexo y Dinamarca el que se ha atrevido a más, pues
su parlamento aprobó el pasado 15 de Junio una ley que obliga a las iglesias a
llevar a cabo los oficios religiosos de uniones de parejas gay.
Cuando
el estado asume un papel que no le corresponde y pretende redefinir el concepto
de matrimonio y familia, no solo implícitamente intenta suprimir el criterio
que Dios tiene del pecado, sino que inevitablemente fundamenta la supervivencia
de la sociedad sobre un modelo anti bíblico sustentado en leyes que por ser de
inspiración humana, son de corto efecto en el tiempo, normas que deberán ser
ajustadas a la necesidad y criterio de cada época; por tomar un ejemplo, un
país como Colombia desde 1810 ha tenido 16 constituciones y la actual vigente
desde 1991 ha sufrido no menos de 37 reformas es decir en promedio una reforma
cada 7,5 meses, cuyo fin es redireccionar, redefinir y rediseñar los aspectos
políticos, sociales, económicos, administrativos y judiciales para el momento, en
contraste los preceptos de Dios en todos
los aspectos de la vida del hombre son los mismos y de igual aplicación sin sufrir modificación o adaptación alguna en el tiempo.
El
pensamiento que Dios tiene del matrimonio y la familia no ha cambiado:
1.
Con
géneros claramente descritos “… Varón y hembra los creó” Génesis 1:27.
2. Su objetivo sigue
siendo el mismo “…fructificad y multiplicaos;...” Génesis 1:28, fin que nunca podrá
cumplir una pareja del mismo sexo.
3. Con roles definidos,
el varón es la cabeza de la mujer, Efesios 5:23, Génesis 3:16 y la mujer es la ayuda
idónea del varón. Génesis 2:18
4. La responsabilidad
del hombre es hoy la misma. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo
amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,” Efe 5:25
5. De igual manera la
obligación de la mujer no ha variado. “Las casadas estén sujetas a sus propios
maridos, como al Señor; ”Efe 5:22
6. Tampoco los privilegios
del matrimonio. “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla;…”
Hebreos 13:4
Por
esta razón es claro que el estado no tiene autoridad para legislar con
el propósito de legalizar lo que hoy se denomina el “matrimonio igualitario” ni tampoco puede permitir la adopción de niños a parejas gay, procurando cambiar la definición bíblica de la familia, por otro lado también
es claro que quienes pretendan defender el matrimonio y la familia como
instituciones de origen divino deberán hacerlo valientemente desde las
escrituras.
El
que tiene oídos para oír, oiga.