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miércoles, 27 de agosto de 2014

¿Y TU A QUIEN ADORAS?



Hay evidencias antropológicas que muestran que en la antiquísima cultura sumeria ya existía primitivas formas de religión y creencias politeístas, inspiradas en gran parte por la mitología, la magia y la astrología, las cuales podían variar de una ciudad a otra; los sumerios creían que  sus dioses no solo controlaban todo a su alrededor, su pasado y futuro sino que además los dotaba de habilidades para realizar actividades cotidianas y de poderes o dones especiales para tareas especificas. Los griegos además de adorar a los dioses que habitaban el monte del Olimpo (de los cuales Zeus era el padre y gobernante supremo) rendía culto a un amplio menú de divinidades, ninfas, titanes, a dioses familiares y personales (los cuales creían proporcionaban beneficios y protección) y por si fuera poco Atenas poseía un altar dedicado al “DIOS DESCONOCIDO” (Hechos 17:22) muy seguramente para evitar la ira y castigo de aquel dios no tenido en cuenta. 

El pueblo el Israel no se escapó de la tentación de crear sus propias deidades, en el desierto mientras Moisés recibía las tablas de la ley en el monte Sinaí, el pueblo impaciente demandó al  sacerdote Aarón un becerro para convertirlo en el objeto de su adoración; cuando entraron a la tierra prometida aprendieron de las naciones cananeas practicas abominables, adorando y rindiendo culto a sus dioses paganos: a Baal cuyo templo edificó el rey Acab en samaria, Asera o Astoret diosa de los sidonios,  Dagón divinidad filistea, Quemos original de Moab, Moloc dios del fuego purificador de los fenicios cuya práctica de adoración incluía  el sacrificio de bebés. (Jueces 10:6)

A través de la los registros históricos y en la Biblia misma podemos ver la tremenda capacidad que tienen los hombres para crear sus propios dioses, pero ¿Dónde nace esta inclinación cuando la misma naturaleza testifica de un Dios soberano y poderoso?  La respuesta nos la da la misma palabra de Dios “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios,… Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.” (Rom 1:21-23), cada sistema religioso en el mundo nace del corazón del hombre pecador, que a su vez es enemigo del Dios de la Biblia, por lo tanto requiere diseñar un dios conforme a su estado de muerte espiritual, que se ajuste a sus necesidades concupiscentes, esto explica porque todos aquellas formas idolátricas siempre están asociadas con la inmoralidad sexual y la violencia.

Hoy muchos siguen al dios de sus mentes, a un dios que se somete a la voluntad de las criaturas, que se parece más a Papa Noel que al Dios que gobierna sobre su creación (Salmo 96:10), a este dios imaginario se le tiene pedir con lujo de detalles para que responda las oraciones, no es el Dios que todo lo sabe (Sal. 139:4), a este dios le importa más que pactes y siembres para hacerte rico, que tengas experiencias místicas, nuevas revelaciones y enseñanzas traídas de los cabellos a que seas moldeado al carácter de Cristo.

Querido lector este no es el Dios de la Biblia, no tiene nada que ver con el todopoderoso, rey soberano, lleno de gracia y de amor, pero que además es santo (Salmo 99:5), el alto y sublime (Isaías 57:15), quien no tolera la maldad ni al que hace iniquidad (salmo 5:5), un Dios que salva pero que también Juzga (1 Sam. 2:10), un Dios que da vida y que también mata (Gen38:4; 1 Sam. 2:6), que es clemente y misericordioso pero además es Dios vengador (Nah. 1:2; 1 Tim. 4:6); por tanto si este no es el Dios de tu vida, es probable que sin saberlo estés cometiendo el mayor acto de idolatría al adorar a un dios ajeno.

Dios es uno solo, Él es inmutable, por lo cual quienes pregonan tener nuevas revelaciones son solo conciencias arrastradas por el error, profetas que se han lanzado por lucro en el error de Balaam (Jud. 1:11),  nuestra única fuente fidedigna y segura para conocerle es su propia Palabra (2 Ped. 1:19-21), ella nos habla acerca de su naturaleza y de su voluntad, y nos da la certeza de caminar con el único y verdadero Dios. (Deu. 6:4)


El que tiene oídos para oír, oiga.

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