Esta tal vez sea una de las preguntas
más frecuentes y hecha casi todos los días por diferentes personas, se la formula
el padre al hijo contumaz, la esposa al marido sinvergüenza, el patrón al
empleado irresponsable, pero por sobre todo es la pregunta que hacen lideres,
consejeros y pastores a miembros de su feligresía, ya que a pesar de asistir
por años a sus iglesias y a pesar de haberles dedicado largas horas de consejería, enseñanza y discipulado siguen pensando y actuando de la misma manera que
cuando llegaron.
Ministramos en las personas con
el objetivo de moldear sus vidas, esperando ver asomo de cambio, ver como los
rasgos de amargura, rebeldía, inmoralidad son reemplazados por un carácter nuevo
semejante a Cristo, pero la realidad es otra, tales cambios nunca llegan, en
otros casos aparecen por un corto tiempo y luego se van, este que al parecer
debiera ser el gran objetivo de todo guía espiritual, poco a poco se convierte
en una gran frustración y es así como resignados ven una grey mezclada con
personas maduras, que crecen espiritualmente, que evidencia una vida transformada
(grupo que regularmente es la minoría), con otros que por no decirlo de otra manera son
una vergüenza para el evangelio. Entonces se plantean interrogantes con el fin
de buscar una respuesta a este problemática, ¿Dónde está error? ¿En que estamos
fallando? ¿Qué no estamos haciendo bien?
A partir de estos
cuestionamientos se han propuestos diferentes posiciones y por ende distintos
posibles soluciones, algunas líneas de pensamiento dentro de la iglesia dicen
que en la medida que se mantiene la gente ocupada sirviendo dentro del
ministerio, se le da menos tiempo a la mente
para estar desocupada por lo cual se reduce significativamente la
posibilidad de reincidir en las conductas pecaminosas del pasado, otros
plantean que los grupos especializados a los cuales regularmente se les llama
ministerios o células deben convertirse en grupos de apoyo en donde cada
miembro es moldeado conforme la influencia del grupo, otros se elevan un poco
más apoyándose en las teorías freudianas dividiendo el cerebro en el consciente
y el inconsciente, afirmando que el 98% de nuestras acciones son gobernadas
por el cerebro inconsciente, por lo cual si queremos ver cambio significativos,
es allí donde tenemos trabajar, asegurando además que accediendo al cerebro
inconsciente en donde las creencias y los hábitos residen, podemos elegir
colocar los pensamientos que queremos tener (por ejemplo: tengo un espíritu de
poder, soy sano, soy libre, etc), todas estas opiniones plantean al parecer soluciones
novedosas y efectivas pero puedo asegurar sin temor a equivocarme que estas posiciones anteriormente referidas
están equivocadas. En principio esta afirmación pareciera ser odiosa, pero ante
las evidencias Bíblicas no queda otro remedio que decirlo.
Una de los más hermosos
versículos de la Biblia es 2 Corintios 5:17 que dice lo siguiente “De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas.” Este pasaje se repite una y otra vez
en los cursos de formación y en las citas pastorales pero en realidad, para algunos
solo tiene un efecto teórico y no vivencial, otros lo ven como mera poesía, la
mayoría ni siquiera podrían explicarlo, pero su contenido encierra una de las
más grandes verdades del cristianismo, define al verdadero creyente, dice
literalmente que lo que ha ocurrido en él es un verdadero milagro, aquel
individuo que ha sido regenerado por la acción del espíritu santo a recibido la
simiente de Dios, por lo cual ya no es él, es un nuevo individuo con
características nuevas, pensamientos renovados y por ende con una nueva escala
de valores, potencialmente imposibilitado para persistir en una vida de
continuo pecado, no está diciendo que nunca más pecará, esta afirmando que
tiene un nuevo corazón, capacitado para andar en los estatutos de Dios, guardar
sus preceptos y ponerlos por obra, tal como lo dice jeremías 36:25-27.
En resumen lo que dice el pasaje
de 2 de corintios 5:17 es que toda estrategia humana será infructuosa tratando
de cambiar a alguien si primeramente este hombre o esta mujer no ha nacido de
nuevo; seguirá en las cosas viejas si Dios primeramente no ha actuado en su
vida, como lo afirma el versículo 18 (Y
todo esto proviene de Dios…). Cuanto tiempo y dinero se ahorraría si los
que tienen la posibilidad de enseñar acerca de la doctrina de la regeneración
(nuevo nacimiento) lo hicieran como su preferente asunto, dado que si bien esto
es un don de Dios, ocurre como resultado de la predicación de su palabra, tal como
la afirmó el apóstol Pedro en su primera epístola capítulo 1 versículo 23 siendo RENACIDOS, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la PALABRA DE DIOS que vive y permanece para siempre.
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