Cierta mañana al encender la
televisión, tropecé de manera intempestiva con el espacio publicitario de unos de
los más grandes gurús de la industria del adelgazamiento quien por casi una
hora valiéndose de un sinnúmero de testimonios, prometía la reducción del
diámetro de mi cintura y varios kilos de peso con tan solo tomar su producto
por unas cuantas semanas; lo increíble no es el tiempo que este empresario está
dispuesto a comprar cada día en este costoso medio televisivo, sino comprobar
la magnitud de mercado que hace posible hacerlo.
El prospero imperio de las dietas
y de los sistemas que ofrecen soluciones milagrosas a la obesidad, no solo
refleja la angustia de una sociedad que se resiste a declinar ante uno de los
problemas más complejos de salud pública de los últimos tiempos, colectividad dispuesta
a someterse a peligrosos regímenes alimentarios, dietas llevadas al límite que inevitablemente
dejaran secuelas física, psicologías y en casos extremos llevarán a la muerte
por inanición. Por otro lado, la presente
industria de alimentos necesariamente debe ofrecer un departamento de productos
light, el índice de crecimiento en el consumo de jugos, mantequillas y bebidas
gaseosas que advierten al comprador de su contenido bajo en calorías, duplica a
los reportados por los demás productos de la canasta familiar, evidenciando con
esto el desarrollo de una subcultura ávida de mejorar su silueta, dispuesta a
sacrificar la ingesta de nutrientes necesarios para el buen funcionamiento orgánico
que obligatoriamente deben ser eliminados de dichos productos.
Al parecer esta misma tendencia fue
trasladada al cristianismo hoy, en la actualidad encontramos un mercado
espiritual con un extenso portafolio de productos al gusto del cliente, uno
de los más populares es precisamente el evangelio light, ligero en
convicciones, bajo en contenido doctrinal y al igual que las bebidas dietéticas
a las que su sabor edulcorante fue reemplazado por uno sintético, este perdió
su esencia y naturaleza, dicho fenómeno es la resultante del afán que se ha
apoderado en los últimos años de la mayoría de las denominaciones, quienes
ofrecen un mensaje agradable al oído, que no confronta, que no pretende
incomodar el pecado de nadie, que ofrece mucho y demanda poco para Dios, un
anuncio que presenta un cristianismo tan parecido al mundo con el fin que la
gente entre al cristianismo sin darse cuenta, pero a su vez quienes lo anuncian, no se percatan que lo que enseñan ya no es el evangelio
Bíblico.
Este evangelio ligero también
promete la posibilidad de consumirse en grandes cantidades sin que esto afecte
al cliente, no importa cuántos predicaciones, temáticas y conferencias se
hallan degustado, esto no dejará la mas mínima huella visible en su vida y
probablemente esta la razón por la que a pesar del explosivo crecimiento del número
de involucrados en las diferentes congregaciones cristianas del mundo
especialmente en Latinoamérica, contraste con el evidente deterioro de los
valores morales y el concepto de familia, y con la permanente presencia de conflictos
sociales de esta generación, produciendo así una disyuntiva, ¿o el evangelio no
es respuesta para el hombre? ¿o lo que vemos aquí no es un verdadero evangelio?
creo que la respuesta no exige un análisis profundo para concluir que este
mensaje fundamentado en modernos postulados del marketing ni es evangelio, ni
tiene poder para salvar y transformar, que está desprovisto del soplo de vida
contenida en la palabra de Dios , pero si posee grandes y confortables
auditorios equipados de poderosos sistemas de sonido, multimedia y luces de
colores, acompañados además excelentes bandas musicales que interpretan los
ritmos de moda, con letras adecuadas para cada ocasión, todo esto en
torno a líderes carismáticos que esbozan formulas mágicas para salir de deudas,
ser libres de enfermedades y conflictos, pasar a un nivel superior de madurez
en tan solo 40 días, estos caudillos asumen actitudes mesiánicas, pretendiendo
así usurpar la autoridad que solo Cristo tiene en la iglesia, sus predicas se
asemejan más a charlas de superación y de auto realización, tanto que un desprevenido
visitante pudiera creer que se coló en una conferencia de Miguel Ángel Cornejo,
de Alex Dey o de nuestro colombianísimo Jorge Duque Linares; acuñan además
frases como “visualízalo en tu mente y decláralo por fe” “sino lo recibes
arrebátalo, el reino de los cielos es de los violentos” “Tu te lo mereces, eres hijo del rey de reyes”,
pero a pesar que tienen la capacidad de movilizar masas y exacerbar las
emociones de las mismas, no acercan a sus oyentes ni un centímetro a las
puertas del reino de los cielos.
El evangelio Bíblico muestra las
bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo Jesús (Efesios
1:3), el evangelio light enfatiza en que estas deben ser terrenales y señal
inequívoca de un hijo de Dios, el verdadero evangelio evidencia la adopción por
medio de Jesucristo según el puro afecto de su voluntad (Efesios 1:5), el
evangelio ligero asegura que Dios no puede vivir sin el hombre, El correcto
evangelio acentúa en el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia
(Efesios 1:7), mientras que el evangelio al gusto del cliente declara que Dios prioriza
el establecer su reino en la tierra por encima del arrepentimiento y el nuevo
nacimiento; El verdadero evangelio subraya la imperiosa necesidad de recibir
vida ya que la condición del hombre es la muerte espiritual (Efesios 2:1), a su
vez el evangelio light enciende un apetito voraz por las promesas de
prosperidad y abundancia, las que supuestamente todo hijo de Dios tiene derecho
a reclamar.
Al final encontramos un crudo
balance en el que se constata un extremo marasmo espiritual en la feligresía de
estas congregaciones, un pueblo que padece de intolerancia a la doctrina, no
les apetece ni son capaces de digerirla porque nunca se les suministró, en tal
sentido vidas condenadas a seguir sometidas a la más peligrosa de las dietas,
ya que niega la posibilidad de ser expuestas a la verdad del evangelio y por
tanto conducidas irremediablemente a la
condenación eterna.
El que tiene oídos para oír,
oiga.
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