Hace algún tiempo mientras
hablaba con un amigo creyente le pregunté por qué sus padres nunca se
congregaban con él en la iglesia a donde asistía, a lo cual de forma
displicente me respondió: “Nunca los invito, ellos son católicos y no le gusta estas cosas”, volví a preguntar con tono severo, “¿No te preocupa el destino eterno de
tus padres?” él me respondió “No, ellos son salvos, ya hicieron la oración de
fe”, esta respuesta es ni más ni menos un reflejo de la forma como se presenta
en el día de hoy el evangelio de Jesucristo, pero la pregunta es ¿Este método
se ajusta a la forma correcta de hacerlo? La única manera de saberlo es
conociendo que dice la Biblia al respecto.
Lo primero que hay que decir es
que no hay ningún texto bíblico que enseñe que la salvación sea el resultado
de repetir una oración, por el contrario en los evangelios, el libro de los
hechos y en casi todas las epístolas se hace referencia a la necesidad del
arrepentimiento de pecados y de creer en el evangelio como la respuesta a la gracia
salvadora de Dios para el hombre, hay quienes niegan esto, pero la verdad se ve
claramente en la Palabra de Dios.
La salvación que plantea el
evangelio eterno del señor Jesucristo siempre ha sido “por gracia por medio de
la fe”, en hechos 16 a la pregunta del carcelero ¿Qué debo hacer para ser
salvo? Pablo y Silas responden “…Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú
y tu casa.” Pero hay que decir que la fe siempre irá acompañada de
arrepentimiento como evidencia de la verdadera fe, de la fe que salva, es por
eso que el evangelio de marcos nos muestra como las primeras palabras que dijo
el señor Jesús al inicio de su ministerio público fue precisamente
“…Arrepentíos y creed en el evangelio” Marcos 1:15, por que juntos
(arrepentimiento y fe) se dan simultáneamente en la vida del individuo en donde
Dios actúa para SALVACIÓN.
El libro de Hechos relata que el
apóstol Pablo llegando a Mileto mandó a llamar a los ancianos de Éfeso y les
dijo: “cómo no rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil, y de enseñaros
públicamente y de casa en casa, testificando solemnemente, tanto a judíos como
a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor
Jesucristo.” Hechos 20:20-21, Pablo utiliza los sustantivos “arrepentimiento
y fe” para describir una vez más la única respuesta salvadora del Evangelio,
“arrepentirse y creer.”
Ahora el arrepentimiento no es meramente
un sentimiento de dolor y vergüenza mental frente a unos hechos que Dios
reprueba, significa volverse “de” y volverse “a”, implica un cambio de
mentalidad, es por eso que Pablo afirma delante de Agripa que su anuncio a los
que estaban en Damasco, Jerusalén y toda Judea, fue para “...que se arrepintiesen y
convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.”Hechos 20:26, lo
cual significa que cuando Dios concede arrepentimiento hay evidencia de un
cambio en el estilo de vida.
Quienes aseguran que solo se
necesita una oración aceptando a Jesucristo como señor y salvador para recibir
salvación eterna, toman el pasaje de Romanos 10:9 “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”, pero
para afirmar esta enseñanza hay que torcer las escrituras y negar que ellas
enseñan que la salvación es solo “por gracia por medio de la fe”, lo que dice
el pasaje en mención es que como resultado de tener la fe que salva, voy a
confesar a Jesús como señor y salvador, tal como lo confirma el versículo 10 “Porque
con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para
salvación.” El confesar con la boca es el resultado de haber creído y puesto mi
confianza no en una oración sino en la obra salvadora de Cristo Jesús.
Pero sí la práctica de la oración
de fe no tiene fundamento bíblico valdría la pena preguntarnos ¿Cuál es el
origen del la misma? En la primera mitad del siglo XIX en el estado de nueva
York, el predicador Charles Finney popularizó esta práctica, que ya había sido utilizada
de manera incipiente por algunos evangelistas metodistas; Finney hacía llamados
al altar a “los nuevos conversos” para que oraran como una manifestación de su
deseo de seguir a Cristo, luego de alargar sus reuniones hasta por cuatro horas
con el objetivo de agotar a sus oyentes y llevarlos así a una aparente conversión. Como resultado de
este novedoso sistema de evangelismo, hoy tenemos una forma fácil de
conversión, se habla de la salvación producto de una oración sin darle
importancia a la posterior forma de vida como evidencia de una verdadera
conversión, se habla de la puerta estrecha pero no del camino angosto, poco se predica del nuevo nacimiento, del arrepentimiento y de la fe
puesta en Jesús.
En tal sentido solo podemos decir
que si sembramos un evangelio diluido que no necesita que el hombre se
arrepienta y haga frente a su pecado y su rebelión contra Dios, ni vea la
necesidad de morir al yo y vivir para Cristo; si enseñamos que el hombre no
necesita ser convencido de pecado antes de que pueda convertirse del pecado y
que solo basta hacer una oración aceptando a Jesucristo como señor y salvador, entonces
vamos a obtener un una cosecha de amantes del mundo, de falsos conversos. (2
Pedro 2:1)
El que tiene oídos para oír,
oiga.
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