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domingo, 14 de septiembre de 2014

¿PUEDE UNA ORACIÓN LLEVARNOS AL CIELO?


Hace algún tiempo mientras hablaba con un amigo creyente le pregunté por qué sus padres nunca se congregaban con él en la iglesia a donde asistía, a lo cual de forma displicente me respondió: “Nunca los invito, ellos son católicos y no le gusta estas cosas”, volví a preguntar con tono  severo, “¿No te preocupa el destino eterno de tus padres?” él me respondió “No, ellos son salvos, ya hicieron la oración de fe”, esta respuesta es ni más ni menos un reflejo de la forma como se presenta en el día de hoy el evangelio de Jesucristo, pero la pregunta es ¿Este método se ajusta a la forma correcta de hacerlo? La única manera de saberlo es conociendo que dice la Biblia al respecto.

Lo primero que hay que decir es que no hay ningún texto bíblico que enseñe que la salvación sea el resultado de repetir una oración, por el contrario en los evangelios, el libro de los hechos y en casi todas las epístolas se hace referencia a la necesidad del arrepentimiento de pecados y de creer en el evangelio como la respuesta a la gracia salvadora de Dios para el hombre, hay quienes niegan esto, pero la verdad se ve claramente en la Palabra de Dios.

La salvación que plantea el evangelio eterno del señor Jesucristo siempre ha sido “por gracia por medio de la fe”, en hechos 16 a la pregunta del carcelero ¿Qué debo hacer para ser salvo? Pablo y Silas responden “…Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” Pero hay que decir que la fe siempre irá acompañada de arrepentimiento como evidencia de la verdadera fe, de la fe que salva, es por eso que el evangelio de marcos nos muestra como las primeras palabras que dijo el señor Jesús al inicio de su ministerio público fue precisamente “…Arrepentíos y creed en el evangelio” Marcos 1:15, por que juntos (arrepentimiento y fe) se dan simultáneamente en la vida del individuo en donde Dios actúa para SALVACIÓN.

El libro de Hechos relata que el apóstol Pablo llegando a Mileto mandó a llamar a los ancianos de Éfeso y les dijo: “cómo no rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa, testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.” Hechos 20:20-21, Pablo utiliza los sustantivos “arrepentimiento y fe” para describir una vez más la única respuesta salvadora del Evangelio, “arrepentirse y creer.”

Ahora el arrepentimiento no es meramente un sentimiento de dolor y vergüenza mental frente a unos hechos que Dios reprueba, significa volverse “de” y volverse “a”, implica un cambio de mentalidad, es por eso que Pablo afirma delante de Agripa que su anuncio a los que estaban en Damasco, Jerusalén y toda Judea, fue para “...que se arrepintiesen y convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.”Hechos 20:26, lo cual significa que cuando Dios concede arrepentimiento hay evidencia de un cambio en el estilo de vida.

Quienes aseguran que solo se necesita una oración aceptando a Jesucristo como señor y salvador para recibir salvación eterna, toman el pasaje de Romanos 10:9 “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”, pero para afirmar esta enseñanza hay que torcer las escrituras y negar que ellas enseñan que la salvación es solo “por gracia por medio de la fe”, lo que dice el pasaje en mención es que como resultado de tener la fe que salva, voy a confesar a Jesús como señor y salvador, tal como lo confirma el versículo 10 “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” El confesar con la boca es el resultado de haber creído y puesto mi confianza no en una oración sino en la obra salvadora de Cristo Jesús.

Pero sí la práctica de la oración de fe no tiene fundamento bíblico valdría la pena preguntarnos ¿Cuál es el origen del la misma? En la primera mitad del siglo XIX en el estado de nueva York, el predicador Charles Finney popularizó esta práctica, que ya había sido utilizada de manera incipiente por algunos evangelistas metodistas; Finney hacía llamados al altar a “los nuevos conversos” para que oraran como una manifestación de su deseo de seguir a Cristo, luego de alargar sus reuniones hasta por cuatro horas con el objetivo de agotar a sus oyentes y llevarlos así  a una aparente conversión. Como resultado de este novedoso sistema de evangelismo, hoy tenemos una forma fácil de conversión, se habla de la salvación producto de una oración sin darle importancia a la posterior forma de vida como evidencia de una verdadera conversión, se habla de la puerta estrecha pero no del camino angosto,  poco se predica del nuevo nacimiento, del arrepentimiento y  de la fe puesta en Jesús.

En tal sentido solo podemos decir que si sembramos un evangelio diluido que no necesita que el hombre se arrepienta y haga frente a su pecado y su rebelión contra Dios, ni vea la necesidad de morir al yo y vivir para Cristo; si enseñamos que el hombre no necesita ser convencido de pecado antes de que pueda convertirse del pecado y que solo basta hacer una oración aceptando a Jesucristo como señor y salvador, entonces vamos a obtener un una cosecha de amantes del mundo, de falsos conversos. (2 Pedro 2:1)

El que tiene oídos para oír, oiga.


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