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miércoles, 10 de septiembre de 2014

DA LA GLORIA A QUIEN LE PERTENECE


Por la comparación hecha por el señor Jesucristo entre la belleza de los lirios del campo y la gloria de Salomón podemos deducir que ningún mortal a alcanzado el esplendor de este monarca, su grandeza era tal que una noble mujer africana, reina de su país decide iniciar una larga y peligrosa travesía desde su lejano imperio, atraída por la fama de este hombre, la cual una vez ella misma comprueba manifiesta “… mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad; es mayor tu sabiduría y bien, que la fama que yo había oído.”(1Re 10:7)

La riqueza y sabiduría de Salomón excedía a la de todos los reyes de la Tierra (1 Re 10:23), Su dominio era grande, señoreando desde el Éufrates hasta Egipto (1 Re 4:21),  recibiendo el reconocimiento y la honra de poderosos y sabios, sin embargo el mismo Salomón escribió “Comer mucha miel no es bueno, Ni el buscar la propia gloria es gloria. (Pro 25:27), es claro que para este monarca a pesar de estar habituado a recibir adulación y lisonjas diariamente entendía la futilidad e insignificancia de todo cuanto le rodeaba, el entendía que toda obra (logros) de sus manos es sin provecho.

El músico alemán Johann Sebastian Bach considerado por muchos como el más grande compositor de todos los tiempos, siempre fijaba en la parte inferior de sus partituras las iníciales SDG que alude a la frase en latín SOLI DEO GLORIA, para expresar que Dios y solo Dios es quien debe recibir la gloria por lo que somos, por la maravillosa obra de la creación y más aun por su obra redentora.

La Biblia es reiterativa en afirmar que de Dios, por Dios y para Dios son todas las cosas (Rom 11:36) por tanto no está dispuesto a compartir su gloria con nadie, él abomina la idolatría (Isa 42:8; Deu 16:22) por tal razón no da a los vivientes otra opción distinta a vivir para su gloria aun en las cosas cotidianas y básicas como el comer y beber (1 Cor 10:31), sin embargo entre los seres humanos no hay fin más importante (a la vez su más grande pecado) que la auto exaltación, la referencia bíblica acerca del envanecimiento del rey Nabucodonosor no es la excepción sino la regla, todo ser humano es egocéntrico, a tal grado que el gran ídolo de este siglo es el mismo hombre, hoy se ha desatado la corriente humanista mas aterradora de toda la historia, no hay cosa que se haga, filosofía y línea de pensamiento contemporánea que no tenga como objetivo engrandecer al mismo hombre. (Rom 1:21-23) 

La gloria de Dios es la hermosura de su majestad, no es una belleza estética o material, es la magnificencia que emana de su carácter, su naturaleza, en el conjunto de sus atributos, gloria que se manifiesta en todas las cosas hechas (Sal 19:1), en los creyentes (Isa 43:7) pero sobre todo en su amado hijo Jesús (2 Cor 4:6) gloria que no se desvanece pues es eterna, en contraste cuan efímera es la gloria de los hombres (1Pe 1:24) ya que esta descansa en lo terrenal y perecedero; Santiago 1:10 hace un llamado al hombre rico para que se “gloríe en su humillación,” advirtiendo una gloria que no tiene que ver con la riqueza, el poder o la belleza material; Esta gloria puede coronar a un hombre a la vista de todos los mortales, pero no es de ellos; es de Dios.

Puesto que la gloria procede de Dios (es decir le pertenece a él, ya que él es la fuente), no permitirá la afirmación de que tus logros, tu maravillosa familia, tu exitoso y prospero ministerio, tu talento, tu esplendida elocuencia sea producto de ti mismo, pues él es Dios celoso y ama su nombre más que a cualquier cosa (Isa 48:11). Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; (2Co 10:17)

El que tiene oídos para oír, oiga.


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