Una de las crisis contemporáneas
radica en el conocimiento, no en la ausencia de este sino en la forma como se
entiende es la naturaleza y el origen confiable del mismo, existe una línea de
pensamiento que plantea la posibilidad de conocer la verdad solo con la razón,
este enfoque desarrollado por Platón, plantea que el conocimiento verdadero se
fundamenta en el entendimiento de las cosas en su esencia inalterable, sin
embargo esta fuente puede ser contaminada de la misma manera como puede ser manipulada
la información a criterio de unos pocos, un ejemplo son las teorías racionales
del origen del universo, teorías que subsisten más por presunciones que por
planteamientos científicos.
En los últimos años el mundo
moderno ha migrado de la razón a nuevas fuentes de conocimiento llegando a
enfatizar en la experiencia emocional, es así como se evidencia el fuerte culto
al consumo de drogas, la práctica de religiones orientales en el que se
enfatiza la meditación, el desdoblamiento del ser, los viajes astrales y
estados de éxtasis que plantean crecimiento de la mente, tendencia que se ha
introducido a la iglesia contemporánea y que se hace evidente a través del movimiento
carismático o neo pentecostal, sin
embargo el problema más grande de este enfoque radica en que la experiencia no
es duradera y es seguida por estados de frustración y culpa, por lo que cada
vez se requiere un estímulo más intenso generando al fin un circulo vicioso de
donde es muy difícil salir.
Existe una tercera fuente del conocimiento
la cual tiene como base el conocimiento de un Dios que ha creado todas las
cosas y que da significado a su creación y que contrario a lo que se cree es
posible conocerle. Esta es una posibilidad apasionante y que realiza. Es apasionante
porque provee la oportunidad de encuentro entre el ser humano y su creador, sin
que importe lo insignificante que el individuo pueda aparecerse frente a sus
ojos o a los ojos de los demás, y realiza porque es el conocimiento no de una
idea o una cosa, sino del supremo creador, por tanto este conocimiento produce
un profundo cambio de conducta. Además partiendo de la premisa de que el
conocimiento posible de algo debe contener dos elementos: conocimiento de su
existencia y un mínimo conocimiento de sus características, podemos decir que para
poder confiar en Dios, es necesario saber que El es, es decir, necesitamos
información acerca de su carácter y su poder, esta información está contenida
plenamente en su palabra. “…porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Heb 11:6)
Los conceptos acerca de Dios son
muchos y variados pero la mayoría de los autores de estos conceptos tienen una
cosa en común: no conocen a Dios de una forma objetiva y si bien es cierto no
niegan su existencia, no creen que sea posible conocerle como a cualquier otra
persona o cosa. Sin embargo la palabra
nos muestra no solo que Dios puede ser conocido y que es una responsabilidad de
cada individuo, sino que además Él quiere ser conocido. “Así dijo Jehová: No se
alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el
rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar:
en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y
justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.” (Jer. 9:23-24)
Hoy día se tiende a minimizar la
importancia del conocimiento de Dios en su Palabra, en la iglesia contemporánea
se evidencia algún tipo de molestia al escuchar que tal elemento es
imprescindible en la fe, y no solo eso, ya que hoy se cree y se enseña que las experiencias místicas personales
(visiones, sueños, palabras proféticas, etc.) tienen la misma autoridad revelacional
de las escrituras. Para muchos cristianos lo que conocen de Dios, es lo que
oyen hablar de él, nunca se preocupan por ir directamente a la fuente verdadera
del conocimiento del Altísimo, su palabra, por lo cual han puesto la creencia
en Dios en el fondo de sus mentes, junto con otra variedad de opiniones e ideas,
por lo cual Dios no es más personal para ellos que para millones de incrédulos,
los verdaderos cristianos, por supuesto, van más allá de esto, su doctrina les
exige entender la personalidad y paternidad de Dios, ya que cada hijo de Dios sabe
que conocer a su padre es la evidencia de que se tiene la vida eterna, “Y esta
es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan. 17:3)
La Iglesia actual ha dejado el
estudio sistemático de las escrituras para darle paso al humanismo, lo cual ha
producido un profundo desconocimiento del Dios de la Biblia estamos como el
pueblo de Israel en los tiempos del profeta Isaías: “El buey conoce a su dueño,
y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene
conocimiento.” (Isaias 1:3), por tal razón han creando un dios a su propia conveniencia,
algunos se sienten cómodos en sus congregaciones, ya que el dios que allí se
predica es un dios domesticado, que cumple con sus caprichos como el genio de
la lámpara, pero este desconocimiento solo lleva a un fin, la destrucción. “Mi
pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.” (Oseas 4:6)
Leer y enseñar la Biblia no es un
fin en sí mismo, sino el medio para que lleguemos a conocer a Dios, y para que
podamos deleitarnos con su presencia y gustemos cuan dulce y grato es sentirle
en el corazón. Buscamos a Dios porque él ha puesto en nosotros deseos de dar
con él. Jesús afirmó "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió
no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:44)" Y es
esa atracción de Dios lo que nos quita todo vestigio de mérito por haber
acudido a él.
El que tiene oídos para oír, oiga.
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